Era otro día más para ella. Otro día más intentando que no se olvidara de ella. Trazaba mil planes para cruzarse con él por la calle y fingir que era casualidad. Cuando la llamaba al móvil, el corazón se le salia del pecho y la ilusión inundaba sus ojos. Muchas veces pensaba en lo poco que necesitaba para estar feliz.
Solo con oír su voz, ver su sonrisa, oirle tocar aquella guitarra o la forma en que él le acariciaba el pelo era suficiente para que se sintiera la chica más afortunada del planeta.
Pero como se suele decir...todo lo bueno se acaba. Y aquella historia igual que empezó parecía que también tenía su fin, aunque ambos se resistiesen a aceptarlo.
Pero a ella le daba igual el tiempo que pasara, le seguían temblando las piernas solo con verlo.
Las mismas piernas que tantas otras veces saltaron hacia él, las que bailaron para él.
Esas piernas seguían tan temblorosas como siempre. Asique cuando lo vió pasar aquella mañana soleada, ella tuvo claro que ese día no iba a ser uno más de verano.Ese dia aunque le costara, sus piernas iban a servir para algo más que para temblar.
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