jueves, 4 de agosto de 2011

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La brisa del mar rozó su cara y alborotó su pelo. Hacía una mañana preciosa y ya se empezaba a notar el calor que haría más tarde.
La playa estaba tranquila, solo habian algunas personas paseando y algún que otro bañista madrugador.
Ella no acostumbraba a levantarse tan temprano y menos aún en verano; pero tenía ganas de pensar.
Se sentó en la arena y se dedicó a contemplar ese paisaje que tanto le gustaba mientras pensaba en todo lo que le había ocurrido últimamente.
Se reprochaba a si misma que, en ocasiones, no se dejara llevar e intentara controlar siempre todo lo que le ocurría.
La arena rozaba sus pies y el sol empezaba a despuntar.
Ella miraba las olas que se formaban en el interior del mar y rompían en la orilla y pensó porqué no podría en ocasiones ser ella así. Capaz de dejarse guiar y vivir sin pensar en que pasará mañana. Recordó aquella canción que decía sentada frente al mar mientras el mundo gira.
De repente lo vió. Una mirada a sus profundos ojos castaños y una sonrisa de las que tanto le gustaban bastaron para darse cuenta , una vez más, de que por él sería capaz de convertirse en un tsunami.


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